Así transformó la Princesa Diana la actitud mundial ante el VIH y el SIDA

Este 2023 se cumplen 26 años desde que la Princesa Diana falleciera en accidente de tráfico el 31 de agosto de 1997, a los 36 años. Su popularidad no ha disminuido con el paso de los años, sino que han aumentado gracias al incesante interés por sus hijos, ya mayores, y a los conflictos que rodean a la realeza británica desde hace varios años. Sin embargo, si hay algo que podemos recordar de Diana como su mayor legado, es su empatía y actitud hacia con las personas con VIH y SIDA, especialmente en las décadas de 1980 y 1990, cuando la lucha contra el estigma ocasionado por la enfermedad era increíblemente importante.
Como sabemos, los años 80 fueron una época de profunda discriminación, miedo y confusión en torno a la enfermedad, y la Princesa Diana aprovechó el momento como una oportunidad educativa. El virus seguía siendo poco conocido y sus víctimas en gran medida marginadas. En 1987, inauguró oficialmente el primer pabellón de sida del Reino Unido, en el Hospital Middlesex de Londres, y había mucha curiosidad sobre cómo Diana se comportaría en el evento. De hecho, algunos medios se preguntaban si llevaría guantes protectores, ya que algunos creían que el virus se transmitía por contacto causal, pero como informó la BBC, Diana no solo no llevó guantes, sino que incluso estrechó la mano de un hombre enfermo de SIDA, un acto totalmente impensable en aquella época.
Así, Diana se convirtió en la primera celebridad en estrechar la mano de un enfermo de SIDA: este gesto le valió el reconocimiento de toda la comunidad gay, pacientes y personal sanitario. Más que una princesa, se convirtió en un símbolo. “El VIH no hace que sea peligroso conocer a la gente”, dijo en ese momento. “Puedes estrecharles la mano y darles un abrazo. Dios sabe que lo necesitan. Es más, puedes compartir sus casas, sus lugares de trabajo y sus patios de recreo y juguetes”.
Un par de años más tarde, durante un viaje a Nueva York, visitó un pabellón pediátrico para enfermos de sida en Harlem, donde abrazó a un niño de 7 años ante la mirada de todo el mundo, lo que contribuyó a sensibilizar a la opinión pública sobre el sida pediátrico. De hecho, la publicidad de su visita al pabellón provocó un aumento de las adopciones de niños seropositivos. En 1991, visitó Casey House, un hospicio para enfermos de sida en Toronto, donde volvió a poner de su parte para luchar contra el estigma y educar al público sobre la realidad del VIH y el SIDA.
A veces, es necesario que alguien vea a las personas detrás del estigma y la discriminación y ayude a cambiar la percepción pública. Es importante echar la vista atrás al trascendental impacto que Diana tuvo en la percepción pública del VIH y celebrar su legado: con cada apretón de manos y cada abrazo, ayudó a combatir la histeria y el miedo que reinaban en aquella época. El 31 de agosto de 1997, en París, Diana Spencer falleció en un trágico accidente. Hoy, su memoria sigue viva, y a pesar de sus publicitados problemas personales en la prensa del corazón, la “princesa del pueblo” utilizó su voz y su imagen para defender las causas que le eran queridas.
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