Chile: El desierto de Atacama es ahora el cementerio de ropa abandonada gracias al fast fashion

El desierto de Atacama en Chile es uno de los lugares más hermosos del planeta, pero ahora, también alberga un gigantesco vertedero clandestino de ropa que se compra, se usa y se desecha en Estados Unidos, Europa y Asia. Los coloridos cerros de ropa emergen del desolado paisaje como montañas que crecen alrededor de 59 mil toneladas al año entrando en la zona franca del puerto de Iquique, a 1.800 kilómetros de Santiago, y creando contaminación creada por la moda rápida. Desde allí, la ropa se revende en toda América Latina.
Sin embargo, solo una parte de la ropa que acaba en Chile se compra localmente, al menos 39.000 toneladas no se pueden vender y acaban en los vertederos de la zona desértica del puerto de Iquique. Según la Agencia France-Presse (AFP), Franklin Zepeda, fundador de EcoFibra, una empresa que fabrica paneles aislantes con ropa desechada, dijo que “el problema es que la ropa no es biodegradable y tiene productos químicos, por lo que no es aceptada en los vertederos municipales”. La ropa creada con materiales sintéticos o tratada con productos químicos puede tardar 200 años en biodegradarse y es tan tóxica como los neumáticos o plásticos desechados.
“Esta ropa llega de todo el mundo”, explica a AFP Alex Carreño, antiguo empleado del área de importación del puerto. “Lo que no se vende a Santiago ni se envía a otros países se queda en la zona franca” ya que nadie paga los aranceles necesarios para llevársela. Tanto si los montones de ropa se dejan a la intemperie como si se entierran bajo tierra, contaminan el medio ambiente, liberando agentes contaminantes en el aire o en los canales de agua subterráneos.
En 2019, la ONU descubrió que la industria de la moda era responsable del 8 al 10% de las emisiones de carbono del mundo. Eso es más que todos los vuelos internacionales y el transporte marítimo juntos. La industria también genera alrededor del 20% de las aguas residuales del mundo y libera medio millón de toneladas de microfibras sintéticas en el océano anualmente. El mismo informe también revela que el consumidor medio compró en 2019 un 20% más de ropa que hace 15 años, y que solo conserva cada prenda la mitad de tiempo.
Sin embargo, hay iniciativas alrededor del mundo que están intentando frenar el auge de la moda rápida o fast fashion: Stella McCartney pidió más regulación gubernamental sobre la industria de la moda durante la cumbre mundial del clima COP26 que se celebra en Glasgow; Vivienne Westwood tiene años abogando a sus compradores que adquieran menos piezas al año, pero de alta calidad y con potencial de reutilización, y la marca Patagonia introdujo un programa llamado Worn Wear en 2018, en el que los consumidores pueden canjear un artículo antiguo de Patagonia por un crédito para una nueva compra de una prenda usada o nueva. Además, parece que las cosas están cambiando, según Rosario Hevia, que abrió una tienda para reciclar ropa infantil antes de fundar en 2019 Ecocitex, una empresa que crea hilo a partir de trozos de textiles desechados y ropa en mal estado. El proceso no utiliza ni agua ni productos químicos. “Durante muchos años consumimos y a nadie parecía importarle que se generaran cada vez más residuos textiles”, explica. “Pero ahora, la gente empieza a cuestionarse”.
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