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Album Reviews

Ethel Cain

Willoughby Tucker, I'll Always Love You

Portada del álbum "Willoughby Tucker, I Will Always Love You" de Ethel Cain.Portada del álbum "Willoughby Tucker, I'll Always Love You" de Ethel Cain.
9.5
Words Antonio Rodríguez Molina

Entre la bruma del slowcore sureño, la confesión íntima y un ejercicio minucioso de world-building emocional se encuentra Ethel Cain. El proyecto de Hayden Anhedönia, nacida en 1998 en Tallahassee y criada en el seno del bautismo del sur norteamericano, ha convertido lo personal y lo ficticio en un único mapa donde la geografía de la América profunda es tan real como los fantasmas que la habitan. Tras el debut monumental de Preacher’s Daughter (2022) y el experimento más fragmentario de Perverts (2025), Cain regresa con Willoughby Tucker, I’ll Always Love You, una precuela situada en 1986 que nos devuelve al primer amor condenado de Ethel, ese Willoughby que hasta ahora apenas se intuía en A House in Nebraska.

En esta nueva entrega, la historia se repliega: ya no hay carretera interminable ni huida hacia la tragedia, sino el encierro de un pueblo y la intensidad asfixiante de una relación nacida para romperse. La luz aquí es mortecina, como una bombilla de cocina al final de un verano, y sobre ella se proyecta un romance que desde el primer minuto carga con el peso de su final. I can see the end in the beginning of everything (Puedo ver el final en el principio de todo) canta Cain en Janie, abriendo el disco con una declaración fatalista que pone en marcha un álbum más emocional que narrativo, más íntimo que expansivo, adelantándose al terrorífico final. El sonido mantiene la paleta sepia que se ha convertido en marca de la casa: guitarras lentas, capas de reverb, silencios que hablan tanto como las letras. Hay interludios instrumentales como Willoughby’s Interlude, o Radio Towers que construyen el ambiente como si estuviésemos escuchando una emisora local en pueblo fantasma, y momentos de ruptura como la inmensa Fuck Me Eyes, una power-ballad synth-pop que parece escapar por un instante del letargo, sólo para subrayar lo inevitable de volver a él. En Dust Bowl el slowcore alcanza picos de inmersión total; los acordes se arrastran como polvo sobre un desierto, mientras la voz de Cain se dobla, grave y lejana, sobre sí misma. En Nettles, el single que abrió esta nueva era, Anhedönia se corona como letrista creando la balada más luminosa que pueda salir de un relato de abusos: It was ugly, like what they all did to me, and they did to me what I wouldn’t do to anyone / That picture on the wall you’re scared of looks just like you (Fue horrible, como todo lo que me hicieron, y me hicieron lo que yo no le haría a nadie / Esa foto en la pared que te asusta se parece justo a ti).

La relación entre Ethel y Willoughby se dibuja a través de detalles que parecen cartas nunca enviadas. Pretty boy, consumed by death (Chico lindo, consumido por la muerte) se escucha en Dust Bowl como un retrato simultáneo de atracción y peligro, y en A Knock at the Door la tensión es tan física que casi se percibe el golpe seco sobre la madera. Aquí no hay concesiones al sentimentalismo abierto: el amor es un refugio precario, una habitación sin cerradura donde la pasión y la amenaza coexisten. Lo más interesante de este disco no está sólo en lo que cuenta, sino en cómo amplía el mito de Ethel Cain. Si Preacher’s Daughter era un viaje a todo trapo hacia la fatalidad y la violencia, Willoughby Tucker, I’ll Always Love You es el capítulo perdido donde aprendemos que la historia ya estaba condenada mucho antes de que el coche arrancara. Este regreso al pasado recontextualiza las decisiones del debut, añadiendo capas de empatía y tragedia al personaje. Cain escribe como quien coloca las piezas de un rompecabezas para que entendamos que lo que parecía azar era destino. Y de esta forma, nos encontramos con momentos de una calidad suprema, una reflexión sobre la violencia cuya narración se mueve entre ambos miembros de la pareja. Y en ellos, hay matices, lágrimas, dolor, esperanza, y muchas imágenes que nos hacen entender mejor la alternancia de la mirada, convirtiendo el terror y el suspense en un género más que posible en los márgenes del pop/rock alternativo.

Musicalmente, estamos ante una obra difícil para el oyente medio: la canción más corta dura 5 minutos, la artista juega con texturas poco habituales en una obra de este calibre, dejando experiencias absolutamente devastadoras sostenidas, eso sí, por mucho talento. Waco, Texas, con sus 15 minutos, es el cierre que justifica el viaje: un paisaje sonoro que combina melancolía, distorsión y un último suspiro que parece arrastrar a los personajes fuera del marco con sentencias como I never meant to hurt you. But somehow, I knew I would (Nunca quise hacerte daño. Pero de alguna manera, sabía que lo haría). E incluso saltos entre el punto de origen y su spin off; en este tema hace referencia a A House in Nebraska (del primer disco): Love is not enough in this world / But I still believe in Nebraska dreaming / ‘Cause I’d rather die / Than be anything but your girl (El amor no es suficiente en este mundo / Pero sigo creyendo en los sueños de Nebraska / Porque prefiero morir / Que ser cualquier cosa menos tu chica).

La producción es deliberadamente terrosa, casi analógica, como si todo estuviese grabado en un granero para retener el eco del lugar. Los sintetizadores se cuelan en segundo plano, aportando una textura de ensueño que nunca llega a tapar las guitarras o la voz. La masterización del disco es impecable, y Cain y sus colaboradores optan por priorizar la atmósfera sobre el impacto inmediato, y en esa decisión hay tanto riesgo como recompensa: se sacrifica algo de inmediatez en favor de un mundo sonoro coherente, casi cinematográfico. Y es que todo empezó con el deseo de Hayden de contar esta historia en cine; varios años más tarde, es una película no apta para todos que suena decadente y preciosista a la vez, y que es la personificación de la Anti-Americana en tiempos trumpistas.

A nivel lírico, Hayden Anhedönia sigue moviéndose en un territorio que mezcla lo bíblico con lo mundano, la ternura con el filo de la navaja. I can lead you to bed… (Puedo llevarte a la cama…) susurra en uno de los momentos más íntimos, y la frase, más que promesa, suena a epitafio. La imaginería religiosa persiste, aunque de forma más difusa que en Preacher’s Daughter, como si en este punto de la historia la fe estuviese ya erosionada, pero aún presente en las costuras de la narración. En lo cultural, Willoughby Tucker, I’ll Always Love You consolida a Ethel Cain como una de las voces más singulares de la música estadounidense contemporánea. Su capacidad para unir relato y sonido en un universo consistente evoca sonidos del shoegaze, el slowcore o el rock progresivo que desmontan el relato del sueño americano. “No quiero realizar un retrato glamuroso y bonito de esta historia. Quiero mostrar lo raro y aterrador de este personaje, porque eso es para mí la América de verdad”, explicaba Anhedönia en una entrevista al New York Times en 2022.

Tempest cierra el disco con una nota de despedida que no es del todo adiós. Más bien, es la conciencia de que lo vivido queda para siempre, aunque ya no pueda volver. Hay un eco aquí del título del álbum: la certeza de que, pese a todo, el I’ll Always Love You no es una promesa vacía, sino un reconocimiento de lo que fue, y de que el amor, en su forma más pura, a veces existe sólo para quemarse. Y aquí arde con la dureza de las pesadillas que se enroscan en nuestra experiencia vital: I still dream of violence / Angry at the waiting game / Chain link on your lungs / And sulfuric acid in my brain (Aún sueño con violencia /  Enojada por este juego de esperar / Alambre de púas en tus pulmones / Y ácido sulfúrico en mi cerebro). La canción termina con un momento mágico supremo donde una sucia guitarra eléctrica in crescendo y las armonías de Ethel Cain cantan forever, forever, forever… (para siempre, para siempre, para siempre…) sumergiéndonos en una meditación que rompe la temporalidad y casi parece que todo fuese a seguir así… para siempre.

Willoughby Tucker, I’ll Always Love You expande la mitología de Ethel Cain, que pone nombre y cuerpo al fantasma de Willoughby, y que demuestra que Hayden Anhedönia sabe tanto de narrar como de construir atmósferas. Más allá de la calidad evidente de este disco, se hace inevitable acudir a una reflexión más que acertada por parte de la artista en su Tumblr a principios de año: el meme y la ironía comienzan a ser una pandemia digital que afecta a la profundidad del significado de la dura realidad socio-política que vive el mundo. Ethel Cain da un guitarrazo, un riff para poner sus cartas sobre la mesa y dejar constancia de que el arte no puede ser no político (tal y como relata en la entrevista concedida a Popcast; es, de hecho, una de las herramientas más importantes para contar historias difíciles que nos hagan reaccionar.

En los últimos meses la artista se ha encontrado dentro del huracán mediático cuando ha tenido que disculparse (de forma admirable, todo sea dicho) por mensajes de mal gusto que publicó con 17 años en sus redes sociales, cuando publicó el hashtag #KillMoreCeos a raíz del encarcelamiento de Luigi Mangione señalando a las grandes corporaciones como “la raíz de nuestra disfuncionalidad”, o incluso en un supuesto (nuevo) beef con Lana del Rey. Lo cierto es que aquí no hay shock value, hay una obra que se sintoniza con la de Dennis Cooper, Kathy Acker, David Lynch, Anaïs Nin, Larry Clark o Lydia Lunch. Hay una cuerda robusta que mantiene unidas a la persona, el personaje y su obra. Hay habilidad para articular realidades a través del sentido de la música.Willoughby Tucker, I’ll Always Love You es un artefacto subversivo que nada a la contra del discurso oficial, que retrata la violencia desde otra mirada, y que refleja en sus detalles más domésticos la verdad de un mundo que se nos descompone. La resistencia se convierte en una vivencia que expone su valor cuando se manifiesta bajo la inspiración de artistas tan esenciales como Ethel Cain; una voz preciosa para entender el comportamiento humano a través del cine hecho música.

Escucha Willoughby Tucker, I’ll Always Love You en su totalidad a continuación.

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