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¿Por qué ha aumentado la transfobia y los valores de ultra derecha en la comunidad LGBTQI+?

Una persona ondea la bandera trans. Fotografía: Brendan McDermid/Reuters
Words Mirangie Alayon Reading 5 minutos

La comunidad LGBTQI+ no está libre de prejuicios. A menudo suponemos que la comunidad LGBTQI+ es homogénea, pero no lo es. Está compuesta por múltiples identidades y experiencias vividas que no solo se limitan a la orientación sexual o la identidad de género, sino que también se cruzan con la geografía, la raza, la clase, y más. Esta interseccionalidad debe tenerse en cuenta o corremos el riesgo de que la comunidad sea vista como un grupo que no presenta las experiencias de todas las personas LGBTQI+. Así que es mejor pensar que la comunidad LGBTQI+ está formada por múltiples comunidades. Cuando se piensa en la comunidad de esta manera, es más fácil entender por qué algunas personas lesbianas y gays (LG) rechazan al resto (BTQI+). Especialmente a la T.

Es preocupante saber que haya transfobia dentro de la comunidad LGBTQI+, principalmente por parte de lesbianas y gays: asumimos que justamente son las personas ideales para comprender mucho más las experiencias de grupos marginados, ya que la comunidad misma está marginada. Pero lamentablemente, es más común de lo que pensamos encontrarnos con algún amigo, conocido o compañero potencial en una app de citas abiertamente repitiendo los mismos discursos de los sectores más conservadores y de extrema derecha con respecto a la discriminación transfóbica, identificándose por completo con ellos pese a que la lógica dice que políticamente, deberían estar alineados con los políticos que apoyan los derechos LGBTQI+. ¿Por qué esta disonancia cognitiva?

Convertir a las minorías LGBTQI+, especialmente a las personas trans, en chivos expiatorios se ha convertido en una táctica aplicada por políticos ultraconservadores, ultrarreligiosos y de ultraderecha que se hacen pasar por defensores de los llamados “valores tradicionales” para fortalecer su base y ganar votos o permanecer en el poder. De hecho, muchos proyectos de ley que discriminan a las personas trans parecen estar diseñados deliberadamente para avivar el sentimiento anti-LGBTQI+ como parte de la rivalidad entre partidos políticos opuestos. A menudo propagan narrativas promovidas por los llamados “movimientos antigénero”, cada vez más organizados, transnacionales y bien financiados, compuestos por extremistas religiosos y organizaciones ultraconservadoras. Los movimientos antigénero cuestionan el concepto de género y si es una categoría protegida en el marco de los derechos humanos, promoviendo una visión ultraconservadora de la familia, la sexualidad y el papel de la mujer en la sociedad. Los actores del movimiento antigénero buscan desdibujar las líneas para su audiencia adoptando el vocabulario de los derechos humanos, pero lo que están haciendo en realidad es trabajar para privar a otros grupos, principalmente mujeres y personas trans y queer de sus derechos.

En las últimas décadas, las personas lesbianas y gays se han presentado como no amenazantes para la cultura heterosexual; tanto, que llegan a ser asimiladas a esta cultura.  Ya hemos hablado de la masculinidad tóxica en la comunidad gay, y cómo de alguna manera adoptan los principios de la heteronormatividad, como si fuesen heterosexuales. Así, lesbianas y gays adoptan las normas y valores asociados con un “buen ciudadano heterosexual”, y para proteger este privilegio y poder, de “pasar” por héteros a primera vista, trabajan para mantener la “norma” heterosexual en vez de proteger y aceptar otras identidades queer. Por lo tanto, rechazan a las personas trans como una forma de protegerse y mantenerse alejados de cualquier atención que se les preste en las sociedades conservadoras.

Lamentablemente hay que aceptarlo: como comunidad LGBTQI+, somos una comunidad dividida y, aunque experimentamos diversas formas de discriminación por parte de personas cisgénero, conservadoras y heterosexuales, no logramos cuestionarnos de dónde provienen nuestra propia intolerancia. Los miembros de la comunidad LGBTQI+ a menudo controlan quién puede pertenecer y modelan un comportamiento heterosexual para pasar y ser aceptado por sus pares. Podemos llegar a suprimir nuestra sexualidad a instancias de otros y luego controlar la homosexualidad basándonos en ideas heteronormativas de aceptación.

Hemos llegado demasiado lejos para desvincularnos de las luchas de la gente trans, bi, no binaria y queer. Su lucha es nuestra lucha si queremos abordar los niveles de violencia que enfrentan diariamente. Negarles sus derechos y su dignidad debería avergonzarnos a todos los que nos consideramos parte de la “mafia del alfabeto”. En fin, es una forma de autodesprecio y deberíamos rechazar cómo la heteronormatividad nos ha condicionado a actuar y comportarnos. Es nuestro deber hablar claro cada vez que presenciamos discriminación y transfobia por parte de amigos, familiares y colegas que forman parte de la comunidad LGBTQI+. Ya es hora de limpiar nuestra propia casa y convertirnos en el espacio seguro del que hablamos a menudo pero que rara vez creamos; al fin y al cabo, ¿quién garantiza que el próximo objetivo de los grupos ultra conservadores no será eliminar los derechos de todos y cada uno de los integrantes de la comunidad?

Como reflexión, los dejamos con un poema escrito por el pastor luterano alemán Martin Niemöller, que trata del silencio de los intelectuales y el clero de Alemania tras el ascenso de los nazis al poder y la posterior purga gradual de sus objetivos elegidos, grupo tras grupo.

Primero vinieron por los socialistas y no hablé.

      Porque yo no era socialista.

Luego vinieron por los sindicalistas y no hablé.

      Porque yo no era sindicalista.

Entonces vinieron por los judíos y no hablé.

      Porque yo no era judío.

Luego vinieron por mí — y ya no quedaba nadie que hablara por mí.

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