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Society

¿Por qué nadie visita a las mujeres en la cárcel?

Foto: Comité Internacional de la Cruz Roja
Words mor.bo Reading 6 minutos

En estos días, nos encontramos con un vídeo impactante en Twitter/X: En él, se aprecia un segmento de un episodio reciente del podcast Más Allá del Rosa de la influencer mexicana Jessica Fernández García, quien conversa con Mercedes Becker y Daniela Ancira, cofundadoras de La Cana (una empresa social que trabaja con mujeres en prisión, con la finalidad de mejorar su calidad de vida y lograr su reinserción en la sociedad). En el clip, hablan de cómo la sociedad rechaza y estigmatiza a las reclusas, al punto de que raramente reciben visitas de sus propias familias. Cuentan que los hombres son visitados por esposas, hijas, madres, primas, amantes y abuelitas, pero las mujeres no reciben el mismo apoyo: “La mayoría de los hombres desaparecen. (…) Nos ha tocado que incluso que la hermana y el hermano están en prisión y la familia solo visita al hermano porque dicen ‘tú puedes pero el hombre sí necesita quien lo cuide y quien lo atienda'”.

¿Habías pensado que esto sucedía? Nosotros tampoco. Pero es cierto: La mayoría de las mujeres en prisión han sido olvidadas por aquellos que alguna vez las amaron, y se enfrentan a la privación de su libertad solas y olvidadas, porque ser mujer y cometer un crimen en una sociedad patriarcal y machista no llega ser perdonado tan fácilmente por esas personas que creían que las acompañarían toda la vida. De acuerdo con un reporte del 2015 de Animal Político, el 70% de las reclusas en la CDMX han sido abandonadas por sus familiares, y al menos el 20% no ha recibido nunca una visita. La Subsecretaría del Sistema Penitenciario del DF afirma que 7 de cada 10 de estas mujeres no son visitadas por nadie, aun cuando haya personas a las que hayan autorizado para ello, algo que no sucede con los presos de sexo masculino, pues el 91% de ellos reciben visitas familiares o conyugales frecuentes.

Al respecto, Mayra Villanueva, psicóloga de la UNAM y especialista en estudios de género, explicó que el rol que juega la mujer en sociedad es justamente lo que la hace más vulnerable al abandono si esta termina en prisión. “El abandono tiene que ver con el rol que juegan en sus familias. Es decir, una madre que es encarcelada ya no podrá asumir su función de protectora del hogar, por tanto es vista por su esposo, por los hijos como una baja, como una pérdida que además necesita una sustituta”, afirma, agregando que los estigmas sociales aíslan a las mujeres en prisión, pues estas dejan de cumplir el rol que ocupaban como esposas, madres o hijas, y son vistas como culpables de que hayan terminado presas, y por lo tanto, son merecedoras de un aislamiento total. “El hombre, en cambio, sigue siendo apreciado como cabeza de la familia aun con la ausencia”, explica la psicóloga. Olivia Garza, expresidenta de la Comisión de Reclusorios de la Asamblea Legislativa del DF y presidenta de la Asociación Civil Modernizando el Sistema Penitenciario confirma la teoría: “Una mujer delincuente es vista como una mujer mala y aunque haya delinquido para buscar el sustento familiar, se le reprueba y desaparece; sucede todo lo contrario con el hombre, este no es abandonado e incluso los llegan a ver como héroes”.

Esto parece ser el común denominador de la falta de visitas en penales femeninos en otros lugares como Estados Unidos, donde se repite la experiencia: el portal Penal Reform relata que en el sur del país existe una actitud estereotipada de que una mujer que va a prisión o comete un delito no es digna de tener una familia ni ser madre. Debido a esta actitud, los familiares no permiten que los niños visiten a sus madres prisioneras, pues para ellos es inaceptable permitir que los niños visiten la prisión y, en consecuencia, las reclusas no pueden ver a sus hijos durante años. La prisión ya priva a la mujer de la oportunidad de ejercer su derecho a la maternidad, y cuando además también se termina el contacto, existe una alta probabilidad de alienación y depresión en esta población. La psicóloga Valeria Wittner, quien trabajó en el Servicio Penitenciario Bonaerense de Argentina, cuenta a Página 12 que cuando trabajaba con las recusas, sus mayores preocupaciones eran que no las iban a visitar y que no sabían dónde estaban sus hijos. Revela que las propias familias de estas mujeres no les atendían más los teléfonos, o las trataban de “malas madres” y no las dejaban conversar con sus niños. “En general, los varones son más visitados. Les resulta más fácil mantener los vínculos sociales. Las mujeres visitan a sus hombres”.

Lamentablemente, lo mismo no sucede con las mujeres. Documenta México explica en un artículo que habla sobre el abandono de las mujeres en las cárceles que “mientras que en las prisiones de los hombres, en los días de visita se llegan a ver grandes filas, en el caso de las mujeres son pocas las que tienen personas que las vayan a ver con frecuencia”, y hablan de la sororidad entre las reclusas como una de las pocas formas en las que las mujeres cuenten con redes de apoyo mientras se encuentran privadas de su libertad, y que esta hermandad es justamente lo que las hace poder sobrevivir en este ambiente tan duro. Cuando quienes más querías las abandonan, una familia encontrada e inesperada puede ser lo único que haga que estas mujeres encuentren algún motivo por el cual vivir en prisión, pues desde afuera, la redención es poco frecuente en una sociedad que las condena más duramente sencillamente por ser mujeres.

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