Quién era Antares de la Luz, el líder de la secta chilena que mató a un bebé por pensar que era “el anticristo”

Hace pocos días, Netflix estrenó el documental Antares de la Luz: La secta del fin del mundo, dirigido por Santiago Correa y realizado por la productora chilena Fábula. La película explora el emblemático caso criminal de la conocida Secta de Colliguay a diez años del impactante suceso, e incluye detalles inéditos sobre cómo operaba la secta y entrevistas exclusivas con algunos de sus exdiscípulos. El líder de la secta era un chileno llamado Ramón Castillo Gaete, más conocido como Antares de la Luz, que en 2012 conmocionó al país con el asesinato de un bebé de solo 48 días de vida: se trataba de su propio hijo, quien fue sacrificado en una hoguera como parte de un ritual que, según su relato, influiría en el fin del mundo.
Antes del crimen en la finca de de Colliguay, en la comuna de Quilpué en Valparaíso en diciembre del 2012, Castillo Gaete tuvo una vida aparentemente normal: Un perfil en El Comercio relata que fue el menor de tres hermanos y llevó una vida privilegiada, pues estudió en reconocidos colegios de Santiago y sus amigos recuerdan que participó activamente en grupos de boy scouts. Su afición por la música lo llevó a estudiar Pedagogía en Música, aunque nunca se tituló. Según sus amigos, era bastante desapegado de lo material, y solía tener conversaciones con conocidos sobre el “yo interior” y el sentido de la vida, que se volvieron un hábito luego de un viaje a China en el 2006 con su grupo musical Amaru.
Al parecer, fue tras este viaje cuando comenzó su transformación: “Estaba más retraído… luego de eso, empezó a hacer viajes solo, a distintos lugares de América Latina. Se fue a Ecuador, y se supone que fue allí donde él tuvo su primera revelación. Cuando volvió a Chile, volvió distinto”, señala la periodista e investigadora Verónica Foxley, que escribió el libro Cinco gotas de sangre: la historia íntima de Antares de la Luz y la secta de Colliguay, a BBC. De allí, a través de distintos grupos de meditación, empezó a adquirir seguidores. “La mayoría de los integrantes de la secta tenían fracturas emocionales importantes, eran personas altamente sensibles, habían tenido infancias complicadas, algunos habían tenido problemas psicológicos, como alteraciones del ánimo, y problemas de autoestima”. Sus seguidores no sólo lo adoraban sino que también le rendían obediencia, convencidos de que su misión era salvar el mundo: por eso se llamaba a sí mismo Antares de la Luz.
Así, Antares y sus seguidores terminaron viviendo en la localidad de Colliguay, en la región de Valparaíso, desde donde hacían seminarios y talleres de meditación. Pero luego de que sus seguidores estaban convencidos de que esta especie de gurú/guía era su salvación, empezó el adoctrinamiento permanente. Foxley explica que “impuso nuevas reglas y conductas, la primera es que tenían que atenderlo, hacerle masajes. También les decía cuándo podían o no tener sexo, determinaba qué podían comer y cuántas horas debían dormir. Los hacía trabajar muchísimo y los aisló de sus entornos, de sus familiares”, con la promesa de que cambiarían el mundo el 21 de diciembre de 2012, cuando ocurriría el “fin del mundo”. Parte de los servicios de las seguidoras de la secta era complacerlo sexualmente cuando quisiera, y aunque al principio las relaciones eran consentidas, luego las violaciones se hicieron un hábito. Fue así como Natalia Guerra, una de sus seguidoras más fieles, quedó embarazada. Sin embargo, para Antares el bebé era el anticristo.
Poco después del nacimiento del bebé, el líder le ordenó a sus seguidores que cavaran un hoyo en un cerro donde más tarde el bebé fue quemado vivo en un rito. Sorprendentemente, la secta se hizo más fuerte, pero al pasar el 21/12/2012 sin apocalipsis, el poder de Antares se fue debilitando y muchos se fueron de la secta, incluso denunciando lo ocurrido en el 2013. Antares huyó de Chile, y terminó en Perú, donde también se inició una búsqueda en su contra. “Se vio acorralado por todas partes y el 1 de mayo fue encontrado muerto en una casa abandonada en Cusco, colgado de una viga”, dice Foxley. Tenía 35 años. Así se cerró la historia de una de las sectas responsables de un crimen que aún sigue impactando tanto a Chile como Latinoamérica.
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