Charli xcx
BRAT

La carrera de una década de la cantante británica Charlotte Aitchison, de 31 años, ha sido un poco accidentada. Es como si nunca hubiera podido decidir si quería ser una proscrita en el underground o encabezar las listas de éxitos internacionales. Así, se ha convertido en un poco de ambas cosas: vanguardista en los círculos mainstream, diva del pop en los círculos indie. Charli xcx se dio a conocer en 2012, cuando compuso y actuó en el gran éxito de Icona Pop, I Love It. Poco después, su propio Boom Clap se convirtió en un éxito como parte de la banda sonora de la película para adolescentes The Fault in Our Stars, y desde entonces, ha sido una ficha fija y reconocible en el mundo del pop, siempre al borde de esa fama que te hace tan grande, que la gente solo te llama por tu primer nombre. En su trayectoria, nos ha demostrado la innegable influencia de la música electrónica y dance en la música pop, algo que si bien venimos escuchando desde los años, 80, ha producido algunos momentos grandiosos, desde el R&B de Janet Jackson hasta el synthpop de Robyn, pasando por toda la carrera de Madonna.
Cuando se trata de Charli, la ola hiperpop que viene cabalgando desde 2016 (y su EP Vroom Vroom) ha sido una salva de euforia en la historia del electropop. Pero tras casi una década ofreciendo al registro algunos de sus logros más notables como la imprescindible mixtape Pop 2, y tras la retirada de la discográfica que la respaldaba, a la cantante le surgió la cuestión de la evolución de su identidad artística. Así nos llegó en el 2022 CRASH, en donde ofrecía una respuesta bastante frustrante, en forma de proyecto pop aséptico, vendido por la propia cantante como el disco de ruptura con la gran discográfica que la publicaba, como para prometer un mañana mejor. En este contexto, BRAT, su más reciente disco, se siente como un dedo medio: concebido como un álbum rave, con su portada chillona color verde vómito y su título incrustado de mala calidad y pixelado, Charli quiere que nos concentremos en la música. Mientras que en CRASH la cantante se sentía como una máquina de éxitos prefabricados, BRAT vuelve a la vena vanguardista, gracias en gran parte a la participación de algunos expertos en producción, como su colaborador habitual A.G. Cook, jefe del sello PC Music y líder de la escena hyperpop; George Daniel de The 1975, su prometido; Hudson Mohawke, el mago de los platos del sello Warp, y Gesaffelstein, el guapo chico de Lyon y pequeño príncipe del electro-dark. Todos son músicos que comparten el amor de Charli por los bajos pesados, pero que siempre piensan en los sonidos de club en términos de pesadumbre, melancolía y añoranza.
Charli presenta BRAT como un álbum de club, un homenaje a la escena rave londinense donde se inició cuando sólo tenía 14 años, y suena literalmente como una playlist hecha para el club. Es como si hiciera un Boiler Room solo con sus canciones, y lo cierto es que nos hace darnos cuenta por qué su apodo de DJ es PARTYGIRL. Como buena mocosa, Charli abre el disco con 360, un tema pop pensado por un lado para tranquilizar y no perder a su público mainstream, y por otro para despistar a los oyentes con una buena dosis de ironía y autoburla: Legacy is undebated / You gon’ jump if A. G. made it / If you love it, if you hate it / I don’t fucking care what you think. Le sigue Club classics, un track festivo, bailable y ultracreativo que nos invita a hacer voguing mientras Charli nos da una lista de artistas ideal para escuchar en el club. La más importante: ella. I wanna dance to me, nos dice. Sympathy is a knife, una de las canciones más pegadizas del álbum, habla de la inseguridad con sinceridad. ¿Se ríen de ella a sus espaldas? ¿Por qué se siente tan insegura ante los demás? La canción está tan lograda instrumentalmente como líricamente, el insistente tempo es una referencia directa a los pensamientos paranoicos que describe.
I might say something stupid es una balada conmovedora y contenida cuya emoción emana de su sutil uso del auto-tune. Aunque este se utiliza normalmente para suavizar la voz, aquí añade una grieta a la canción de pop crudo, sin adornos pero magnificado por una producción precisa y moderna. Con Talk talk nos regala un poco de french house, mientras que Von Dutch se siente tan escandalosa como las inevitables gorras camisetas de la década del 2000: para muchos tal vez no sea la mejor del disco, pero les garantizamos que después de tres tragos y en la pista de baile, no podrás parar de bailarla. Everything is romantic es una extravagancia de producción (de El Guincho, A.G. Cook y Charli) con su inmediatez bailable y sus imágenes veraniegas: Early nights in white sheets with lace curtains / Pompeii in the distance/ In a place that can make you change / Fall in love again and again. Uno de los highlights de BRAT es el homenaje a SOPHIE, So I, en donde Charli adopta más o menos la misma forma que la canción It’s Okay To Cry de la escocesa. Suave y melancólico, este tema consigue conmovernos sin ir en busca de una emoción artificial. Después de I might say something stupid, Charli demuestra por segunda vez en este álbum que, incluso sin ninguno de sus trucos habituales, consigue escribir grandes canciones.
Más adelante, Charli trata de averiguar si está conectando con una nueva amiga por cariño o por celos en la aguda Girl, so confusing, en la que Aitchison se atreve a criticar a las girl’s girls hipócritas, en una rola que evoca la mejor era de Uffie y Ed Banger Records. B2b nos regala un poco de acid house suave antes de que el masivo banger Mean girls se apodere de nuestros oídos con una oda a las it girls malvadas y con un coro inmenso que podemos imaginarnos retumbando en las paredes de un club mientras las chicas lo gritan a todo volumen. En I think about it all the time se pregunta con franqueza si quiere tener hijos, y en 365 le pregunta a una desconocida si quiere tomar un poco de cocaína con ella antes de continuar con la fiesta: en resumen, se trata de música de club, grande y fanfarrona, pero siempre con un trasfondo de honestidad y corazón.
Charli xcx es una experta en alternar entre el pop mainstream prêt-à-porter y el electro-pop de alta costura, y este sexto disco demuestra que está en su mejor momento, combinando de manera sabia una producción impecable con letras con un toque de malcriadez y melancolía que nos da como resultado un BRAT vulnerable y revelador que plantea preguntas sobre la cultura de lo bello y lo feo. A sus 31 años, Charli sigue teniendo un poco más de suciedad bajo las uñas que la competencia, y eso la distingue del resto. Acá nos ofrece un álbum sin rodeos, repleto de temas para la pista de baile de un club: provocador, explorador, una amalgama perfecta de vulnerabilidad y autoafirmación casi descarada. Ya la británica está en un nivel de su carrera en el que podría habernos dado algo un poco más convencional como en CRASH, pero Charli se sale una vez más con la suya para mejor. Aunque no se desprende de la etiqueta que la confina al estrato entre lo underground y lo mainstream, BRAT nos muestra que Charli sabe navegar perfectamente entre dos mundos para darnos un disco pop casi perfecto, y que sin duda estará en los mejores del año. ¿Lo mejor? No le hará falta saturar el mercado 30 ediciones de BRAT para asegurarse ese puesto.
Escucha BRAT en su totalidad a continuación.
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