Una victoria empañada por un beso no consentido

La selección de fútbol de España se coronó como la campeona absoluta del Mundial de Fútbol Femenino celebrado en el último mes entre Australia y Nueva Zelanda, colocándose por encima del equipo británico para un score final de 1-0. Fue un momento lleno de júbilo para las jugadoras, claro, y uno también de reivindicación: pese a las desigualdades que existen entre el equipo femenino y masculino cuando se trata de sueldos, recursos y condiciones, jugaron con el corazón y lograron la victoria. Miles de niñas y jóvenes pudieron ver a la escuadra como un ejemplo a seguir, y muchas esperaron con emoción el momento de la premiación.
Hasta que un beso no consentido lo arruinó todo. Luis Rubiales, el presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), besó en la boca a la jugadora Jenni Hermoso. Rubiales fue uno de los funcionarios de la FIFA en el escenario, celebrando la victoria del equipo después de recibir sus medallas, pero mientras plantaba un beso en la mejilla del resto de las jugadoras después de recibir sus medallas de oro, decidió tomar la cara de Hermoso entre sus manos y besarla delante de todo el estadio. Como se imaginan, las críticas no se hicieron esperar, especialmente porque en los camerinos Hermoso expresó su incomodidad por el incidente en Instagram Live: “Pero ¿qué hago yo? Mírame, mírame. No me ha gustado, ¿eh?”.
Más tarde, una declaración oficial de la RFEF en nombre de Jenni Hermoso dice que el suceso “ha sido un gesto mutuo totalmente espontáneo por la alegría inmensa que da ganar un Mundial. El presi y yo tenemos una gran relación, su comportamiento con todas nosotras ha sido de diez y fue un gesto natural de cariño y agradecimiento”. ¿Podía esperarse otra cosa de la institución que preside Rubiales? No. Rubiales es un hombre con poder sobre Hermoso que decidió unilateralmenteplantar un beso en la boca de una jugadora. ¿Le queda otra salida a Hermoso que dejar pasar el incidente? Probablemente no, especialmente porque la narrartiva se correspondría con la misma “disculpa” de Rubiales, en donde dijo que “en un momento de máxima efusividad, sin ninguna mala intención, sin ninguna mala fe, ocurrió lo que ocurrió, de manera muy espontánea”. ¿Habría hecho lo mismo con el equipo masculino?
Junto con sus declaraciones, Rubiales destacó que “fue un pico de dos amigos celebrando algo”, destacando que quienes criticaban el beso eran “idiotas” y “tontos” que no sabían ver lo positivo. Hay muchos que dirán que no fue para tanto, pero ahí justamente reside el problema. Rubiales nunca pensó qué sentiría Hermoso no cómo esta reaccionaría, simplemente se sintió con el derecho de plantarle un beso sin su consentimiento en un estadio lleno de gente como algo natural, porque para muchos hombres, los límites sencillamente no existen cuando se trata de otras mujeres. En una cultura machista y patriarcal, escenas como estas se meten bajo la alfombra, mientras el esfuerzo y el logro de todo un equipo termina empañado por la acción de un solo hombre con absoluta impunidad.
Sin duda, lo ocurrido invita a una reflexión profunda, pues si las jugadoras de la selección española en su mejor momento, con los focos sobre ellas, con medallas en el pecho y con la copa del Mundial de Fútbol en la mano ni siquiera pueden tener el respeto de su propia federación en uno de los escenarios más grandes del deporte, ¿Qué queda para las demás? Normalizar este tipo de comportamiento es normalizar la violencia sexual en el nombre de la “emoción” y la “espontaneidad”. Lo ideal sería ver algún tipo de sanción contra Rubiales, pero sabemos que la federación ya pasó la página, mientras las niñas y jóvenes tienen el recuerdo de la victoria de su selección empañado para siempre.
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