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Perspectives

Mientras el patriarcado nos separe, el feminismo real no podrá avanzar

Marcha Feminista del 8M. Fotografía: El Sol de Hidalgo
Words Mirangie Alayon Reading 6 minutos

Ser mujer en el mundo actual sigue siendo aterrador. No solo nos enfrentamos a sentirnos inseguras, sino que también nos topamos con el patriarcado, la brecha salarial de género, la brecha de género en salud, la creciente violencia de género y el debate constante sobre los derechos reproductivos de las mujeres, por nombrar solo algunos temas. Y el costo emocional, físico y financiero de todo esto, día a día, es mucho con lo que lidiar. En un mundo ideal, la sororidad del movimiento feminista sería un bálsamo: un lugar en donde encontrar apoyo y aliento; un recordatorio de que con el desafío viene la esperanza, y una prueba de que cuando una hermandad trabaja junta, es posible hacer magia. En ese mundo perfecto, el movimiento feminista interseccional, transnacional y están interconectado con la lucha contra el racismo y el odio contra las lesbianas y las personas trans y queer. Lamentablemente, la realidad nos ha demostrado en los últimos años que hay un segmento de autodenominadas “feministas radicales” (también conocidas como RadFems o TERFs) más identificadas con las políticas de extrema derecha que con las reivindicaciones y derechos de todas (¡todas!) las mujeres.

Una lección clave que se puede aprender de la naturaleza contraintuitiva del apoyo de las feministas “críticas de género” a la extrema derecha es que los valores que determinan el apoyo a determinadas políticas trascienden las líneas de género para el beneficio del patriarcado. El creciente apoyo de las mujeres a populistas de extrema derecha, y que ofrecen manifiestos contradictorios es un reflejo de nuestra sociedad actual, en donde grupos populistas de extrema derecha están adoptando la noción ilusoria de “derechos de las mujeres” como estrategias discursivas para ampliar su atractivo. Su plataforma despliega una retórica antiinmigración para obtener apoyo político (llamando a los inmigrantes violadores); instrumentalizando el género como discurso (ya estamos más que cansados de ver las criticas contra una inexistente “ideología de género”), los derechos reproductivos (prohibiendo el aborto libre para defender la “vida”) y los derechos de las mujeres para diferenciar entre las cis y las trans. El hecho de que estos movimientos ganen seguidoras femeninas demuestra que la extrema derecha ha aprovechado el descontento de ciertos sectores de mujeres para promover su agenda y ampliar su espectro de influencia… para el detrimento de estas mujeres, que terminan apoyando a un modelo patriarcal.

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Seamos sinceros: si por estos políticos fuera, las mujeres no podrían ni votar, pero los votos de estas mujeres en sus filas les dan el apoyo suficiente para continuar con retóricas y políticas centradas en la discriminación. Esta defensa selectiva de los derechos de las mujeres expone no solo la duplicidad de los grupos de derecha sino también la misoginia desenfrenada que los impregna. Por lo tanto, para frenar la apropiación indebida de los valores feministas y el etnocentrismo camuflado por parte de la extrema derecha, es clave que el doble rasero y la misoginia de estos grupos se capturen efectivamente a través de contramensajes que destaquen la importancia de la interseccionalidad como norte. Hay que desechar la idea de ser “críticas de género” o identificarse como una “mujer humana adulta”, creer en los “derechos basados en el sexo”, los “derechos LGB” y la “protección de las mujeres y las niñas”; llamar a las personas trans “activistas por los derechos trans”, “el lobby trans”, “el debate trans” y llamar a las mujeres trans “TIM” (Hombres Identificados Trans). Basta.

Estas mal llamadas feministas “críticas de género” han implementado tácticas peligrosas y extremas, como campañas de odio contra jóvenes trans, acoso a activistas trans e incluso la creación de sus propios foros en línea cuando son expulsados de otros espacios en internet. A menudo, el abuso en línea ha llegado al mundo real: muchas de ellas apoyan legislaciones anti-trans y hasta escriben artículos de opinión incendiarios para The New York Times. Otras se apoyan en el hecho de que una vez escribieron una serie de libros popular para usar su plataforma para el odio. Así como sectores más fanáticos están “apoyando a la familia tradicional” y aplauden la “elección de los padres” para prohibir libros y encubrir las clases de historia, estas mujeres han tomado el llamado feminismo y lo han convertido en transfobia. Lo cual, por supuesto, es a propósito. Los movimientos extremistas más explícitos a menudo atraen a personas marginales, las más dedicadas a su misión de hacer daño. Estas mujeres obtienen su poder disfrazándose de feministas, y en la superficie parecen estar luchando por las mujeres, pero en realidad están luchando contra ti, contra mi y contra ellas mismas, repitiendo los valores del patriarcado, que rezan que las mujeres tienen un rol, una función, un propósito y un aspecto específicos, y quien se salga de ese recuadro quedará execrada.

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Con el alza del feminismo “crítico de género” alimentado por ideas de extrema derecha, las mujeres cis están siendo acosadas en los baños porque la gente las percibe como trans; las mujeres negras cis han sido excluidas de los Juegos Olímpicos por sus niveles naturales de testosterona, e incluso recientemente se han popularizado las comunidades en internet como las Trad Wives (o esposas tradicionales), que rechazan el feminismo, y cuyo único objetivo en la vida es ser madres y hacerle la comida a sus esposos. Tratar de controlar los cuerpos de las mujeres termina con que todas seamos vigiladas y castigadas si no nos ajustamos a los roles de género estereotipados. La obsesión por legislar, rastrear y vigilar los cuerpos trans y cis es el mismo manual que se utiliza para prohibir el aborto y despojar a las personas con capacidad de embarazo de la autonomía corporal. El objetivo siempre es el control. Pueden llamarlo “feminismo radical” o “crítica de género”, pero eso no cambia la verdad. No hay término medio ni nivel aceptable, y por esto, esta brecha ideológica en el feminismo continuará, y el patriarcado continuará beneficiándose, pues ¿Qué mejor resultado que tener a las mujeres luchando entre ellas mientras no se dan cuenta de todo sigue igual? Divide y vencerás. ¿Qué esperanza tenemos si una buena parte de las mujeres está en contra de sus propios intereses? Una sola: decir que sí a un feminismo interseccional e inclusivo de una vez por todas. Hasta que ese momento llegue, la sociedad patriarcal seguirá haciendo de las suyas, y no hay marcha ni protesta que logre cambiar nada.

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